Repoblación Forestal

 Las repoblaciones han buscado, desde siempre, recuperar  el arbolado del terreno que tiene una clara vocación forestal y que por una circunstancia o por otra (abandono agrario, incendio forestal, sobrepastoreo, roturaciones, tala abusiva, plaga, etc.) ha perdido esta cobertura.

La elección de la especie arbórea para repoblar es uno de los pasos fundamentales para llevar a cabo adecuadamente una repoblación forestal. Para ello es necesario un estudio detallado de la vegetación existe en la zona, tener en cuenta el objetivo principal de la repoblación, considerar los factores ecológicos de la estación y los caracteres culturales de la vegetación a implantar.

Como referencia actualmente en España existen unos 13 millones de hectáreas forestales desarboladas, y de éstas entre 7 y 8 millones de hectáreas presentan una erosión hídrica grave por lo que la necesidad de llevar a cabo repoblaciones forestales con claro objetivo protector es evidente.

La repoblación forestal se suele realizar directamente mediante plantación de una joven planta obtenida en un vivero forestal que permita asegurar su pervivencia, aunque en algunos casos se lleva a cabo mediante la siembra por semilla. Son necesarias las labores posteriores a la repoblación, tanto en los primeros años, con la reposición de marras, como en los siguientes con los tratamientos selvícolas adecuados para poder alcanzar los objetivos buscados por la repoblación, buscando una mayor diversidad y la entrada de otras especies que enriquezcan la vegetación existente.




La reposición de marras consiste en la sustitución de aquellas plantas que no han sobrevivido en los años inmediatos a la repoblación. Normalmente esta reposición se llevará acabo de forma manual. En especies de crecimiento lento y autóctonas esta reposición se puede dar hasta el tercer o cuarto año después de la plantación y en el caso de especies de crecimiento rápido deberá realizarse al año siguiente de la plantación.

En la actualidad las repoblaciones forestales suelen estar muy mecanizadas con la utilización de aperos y maquinaria especializada, pero en algunos casos, sobretodo en zonas de montaña, se siguen realizando las repoblaciones de forma manual mediante ahoyado.

El cambio climático y los bosques están íntimamente ligados. Por una parte, los cambios que se producen en el clima mundial están afectando a los bosques debido a que las temperaturas medias anuales son más elevadas, a la modificación de las pautas pluviales y a la presencia cada vez más frecuente de fenómenos climáticos extremos.

Al mismo tiempo, los bosques y la madera que producen atrapan y almacenan bióxido de carbono, con lo cual contribuyen considerablemente a mitigar el cambio climático.

En el reverso de la medalla sucede que la destrucción, explotación excesiva o incendio de los bosques puede producir bióxido de carbono, gas responsable del efecto invernadero.
La FAO ha advertido que es necesario tomar medidas ahora para hacer frente a esta compleja serie de interrelaciones de una forma integral.

"Sin duda es necesario frenar la deforestación y ampliar la superficie boscosa −señala Wulf Killmann, Secretario del Grupo Interdepartamental de Trabajo de la FAO sobre Cambio Climático−. Pero también es necesario sustituir los combustibles fósiles con biocombustibles elaborados con madera de bosques gestionados de forma responsable, a fin de reducir las emisiones de carbono. Hay que utilizar además más madera para producir productos duraderos capaces de mantener el carbono fuera de la atmósfera durante períodos más largos de tiempo."




Los bosques atrapan un billón de toneladas de carbono

Los combustibles fósiles liberan bióxido de carbono al quemarse e incrementan la presencia de este gas en la atmósfera que, a su vez, contribuye al calentamiento del planeta y el cambio climático.

Los árboles y los bosques ayudan a mitigar estos cambios al absorber el bióxido de carbono de la atmósfera y convertirlo, a través de la fotosíntesis, en carbono que "almacenan" en forma de madera y vegetación. Este proceso se denomina "fijación del carbono".

En los árboles el carbono supone en general alrededor del 20 por ciento de su peso. Además de los árboles mismos, el conjunto de la biomasa forestal también funciona como "sumidero de carbono". Por ejemplo, la materia orgánica del suelo de los bosques -como el humus producido por la descomposición de la materia vegetal muerta- también actúan como depósito de carbono.

En consecuencia, los bosques almacenan enormes cantidades de carbono. En total, los bosques del planeta y sus suelos actualmente almacenan más de un billón de toneladas de carbono, el doble de la cantidad que flota libre en la atmósfera, indican los estudios de la FAO.

La destrucción de los bosques, por otra parte, libera en la atmósfera unos seis mil millones de toneladas de bióxido de carbono al año, y para el equilibrio de este elemento, así como para la conservación del medio ambiente, es importante evitar que escape este carbono almacenado.






Aprovechar los bosques para combatir el cambio climático

Una correcta gestión puede ayudar a combatir el cambio climático mediante repoblación forestal (plantar nuevos árboles) y reforestación (volver a plantar zonas deforestadas), además de evitar la tala de los bosques.

En las zonas tropicales en particular, donde la vegetación crece con rapidez y, en consecuencia, elimina el carbono de la atmósfera con mayor celeridad, plantar árboles puede eliminar grandes cantidades de carbono de la atmósfera en un tiempo relativamente breve. En este caso, los bosques pueden almacenar hasta 15 toneladas de carbono por hectárea al año en su biomasa y en la madera.

La FAO y otros grupos de expertos han estimado que la retención mundial de carbono producida por la disminución de la deforestación, el aumento de la repoblación forestal y un mayor número de proyectos agroforestales y plantaciones podrían compensar un 15 por ciento de las emisiones de carbono producidas por los combustibles fósiles en los próximos 50 años.

La madera que se obtiene también funciona como sumidero de carbono. La madera utilizada para construcción o para hacer muebles almacena con eficacia el carbono durante siglos. La fabricación de materiales de construcción como los plásticos, el aluminio o el cemento, por lo común requiere grandes cantidades de combustibles fósiles. Sustituirlos con madera ofrece, por lo tanto, grandes beneficios en materia de reducción de las emisiones de carbono.

Asimismo, el uso de madera como combustible en vez de petróleo, carbón y gas natural, puede en realidad mitigar el cambio climático. Si bien la combustión de madera y biomasa libera bióxido de carbono en la atmósfera, si esos combustibles proceden de un bosque cuya gestión es sostenible, esas emisiones de carbono se pueden compensar a través de plantar nuevos árboles.
En efecto, con una gestión adecuada los bosques pueden suministrar bioenergía casi sin emitir gases de efecto invernadero a la atmósfera.